Voy a seguir subiendo los relatillos que escribe la Thinkerbell (que soy yo, Cozi, acuérdate) para el Tintero.
Es buena costumbre para gente como yo: desastrosa, indisciplinada, dispersa y, sobre todo, vaga.
Así los guardo y atesoro.
El amigo Angeliko ganó el concurso la semana pasada y propuso de tema:
"PÁJAROS EN LA CABEZA"
y la Thinker ha desbarrado tal cual se puede leer
LA CAZADORA
Por eso debes dejar que mis manos arranquen de tu memoria el recuerdo de esta tarde, en la que La Cazadora ha acudido a tu llamada para librarte del pesar que un día te llenó de desesperanza. En breve todo habrá terminado. Cuando Ella y yo abandonemos la casa, encontrarás a tu hijo plácidamente dormido en su lecho, rescatado, al fin, del pájaro que se adueñó de su cabeza y que sólo La Cazadora, con ese don único que es a la vez su gloria y su condena, ha sido capaz de apresar.
Sin embargo, antes de que el olvido aparezca, déjame que te relate alguna de sus hazañas, en parte para que te cerciores de que tu mal, con ser el tuyo y por tanto el más doloroso, no es sino uno de tantos. Y en parte porque las proezas en la caza suelen ser de narración amena y ayudan a pasar el eterno tiempo de la espera.
Así, te contaré que, de todos los pájaros que moran en las cabezas, los buitres resultan los más difíciles de cazar. A pesar de su envergadura demuestran una habilidad casi camaleónica para disimular su aspecto. Por eso, aquel que tiene un buitre en su cabeza apenas se intuye en la sombra, sabe aguardar paciente, sin que su voracidad asome jamás. Espera el ascenso en el escalafón, o la viudez, o la herencia, con una placidez engañosa para después abalanzarse con un ansia obscena sobre la carroña, sin piedad ni respeto. La Cazadora odia especialmente a los buitres y, en muchas ocasiones, ha salido con la piel desgarrada por sus curvos picos. Si te fijas, en las páginas de economía de los periódicos puedes ver cómo los buitres revolotean en círculos. Haz la prueba.
En ocasiones, la misma Cazadora sufre. Le suele ocurrir cuando tiene que cazar las cigüeñas que hacen nido en la cabeza de las mujeres que no pueden tener hijos; también cuando se trata de ruiseñores, cuyo canto hechiza a los poetas e impide que pisen el suelo que la Madre Tierra colocó bajo sus pies. Con los grajos tiene menos escrúpulos sobre todo si vuelan bajo, y no muestra la menor piedad hacia las gaviotas, que producen nostalgia de mar a los que tienen frente a sus ojos majestuosos montes.
Por eso debes confiar. No tengas ni miedo ni dudas. La Cazadora acabará con el pavo real que vive en la cabeza de tu hijo y, cuando él despierte, se habrá olvidado de su afán de convertirse en el Rey del Glam. Odiará el lamé y las lentejuelas. Tirará a la basura las sandalias de plataforma, dejará de imitar a David Bowie y volverá a ser el chico sencillo que reparte el butano para pagarse la carrera.
No me lo agradezcas. Al contrario, soy yo quien está disfrutando al compartir este tiempo contigo. Dentro de muy poco se abrirá la puerta, Ella y yo nos iremos y tú te olvidarás de que pasaste una tarde de enero hablando con un perro.
Un perro de caza, por supuesto.