Thursday, March 06, 2008

LA COLECCIÓN

He estado ocupada, liada, estresada, malita...
Por eso no he escrito en El Tintero hasta esta semana.
El tema era "Encuentros y despedidas", y Thinkerbell se ha sacado esto de la pluma de ave Fénix:

LA COLECCIÓN
Cuando compruebo las fechas en los cuadernos, no puedo por menos que admirarme de lo rápido que han pasado estos años. El tiempo me engaña, se ríe de mí: anteayer mismo tenía ocho años y debía guardar la siesta, en silencio, sin moverme, mientras las horas se volvían eternas entre el sopor y las moscas; ayer comencé a trabajar en la oficina, inmóvil, callada, invisible, y así he querido permanecer hasta hoy. Mañana me jubilo y podré dedicar todo el tiempo a mi colección.
Comenzó un día por casualidad, como empiezan todas las cosas importantes de la vida. Corría buscando un lugar para refugiarme de uno de esos chaparrones traicioneros de mayo, con goterones que dolían al caer. Nunca me había permitido el lujo de entrar en la pastelería de la plaza para merendar. Siempre Madre esperando mi llegada, mirando el reloj, mirándome a mi después. Pero aquella tarde de mayo ella no me aguardaba en casa. Sólo hacía un mes que había muerto y pensé que un café caliente me quitaría el frío y una trufa bien grande la amargura.
Subí al piso de arriba, un salón coqueto con grandes ventanales que daban a la plaza. Desde aquella atalaya veía a la gente, guarecida de la lluvia bajo los soportales, esperando un sol que, de repente, volvió a reinar, enorme.
Quizá fue la sensación de bienestar que el dulce, el café y el sol me proporcionaron. Quizá fue el sentimiento de libertad recién estrenada, no recuerdo demasiado bien. Pero vi que en la plaza comenzaba algo similar a una danza: la gente salía al sol, como caracoles, se quedaban quietos bajo mi vista, en la puerta de la pastelería, miraban el reloj. Esperaban. Llegaba alguien y se saludaban, entrecruzaban sus manos, se besaban, se abrazaban...y parecía que cada uno de aquellos signos era mío y que cada uno de aquellos encuentros me iba calentando el alma.
A partir de ese día, colecciono encuentros. Me siento en un banco de la estación y miro. Me pongo frente a la estatua de la santita y miro. Me voy al aeropuerto y miro. Me apoyo en una columna del pórtico del museo y miro.
Luego corro rauda a casa y comienza el ceremonial: en la cama tumbada, con la luz apagada y los ojos cerrados. Recordando. Elijo y me pongo nombre. Por ejemplo, ayer me pedí ser la señora del abrigo azul que bajó del vuelo de Barcelona. Me llamo Julia y estoy deseando ver a mi hija Marta y a mi nieto Leo. Regreso de una consulta médica, en la mejor clínica oftalmológica del país, buscando una segunda opinión sobre mi glaucoma. Salgo por la puerta 2 y allí los veo. A los dos. Leo me reconoce y sonríe. Abrazo a mi hija y a mi nieto, los aprieto contra mi y siento el olor a colonia fresca de mi niño adorado. Soy feliz.
Es un encuentro típico de cuaderno azul, porque hay niños. Los de cuaderno rojo son de amor y desamor. Cuando era más joven los prefería, aunque a veces sentía tanto dolor que permanecía triste durante toda la semana. Recuerdo cuando volví a ver a Joaquín, después de dos años del adiós. Lloré durante toda la noche. Y me gustó. He contado veinte cuadernos rojos porque he amado mucho en esta vida, intensamente, con sus luces y sus sombras. El amor siempre es lo más importante, puedo asegurarlo.
Los negros son cuadernos que dan miedo. Una vez me encontré, a la vuelta de la esquina, con los chicos más matones de mi clase. Me pegaron y me quitaron el dinero del bocadillo. Me quedé tirada en la calle, esperando que alguien se compadeciera de una niña cojita y me recogiera del suelo. Fue atroz.
Tengo más, muchos más. Miles de encuentros perfectamente ordenados por fechas y colores.
Y muchos más que seguiré atesorando ahora que, por fin, seré dueña de mis mañanas, mis tardes y mis noches. Añadiré encuentros a mi colección, sí, quizá varios cada día.
Me dedicaré a vivir muchas vidas, todas las que desee.
Mientras me quede tiempo

4 comments:

Loiayirga said...

Me ha gustado mucho este relato. Muy bien escrito y creo que nada tópico. Está bien.

averia said...

Marcos, querido, nos tenemos abandonaos bloggeramente hablando.
Besos miles

Anonymous said...

Muchos coleccionamos cuadernos rojos y negros. Unos más rojos, otros más negros. Cómo nos vuelve la soledad, y no me refiero a la soledad física.

A puntito he estado de soltar la lágrima, prima. Y es que una es muy sentida.

replansky

Anonymous said...

Precioso, prima... mira que si yo me pongo a recontar encuentros y despedidas, me jubilo aquí! XDDDDD YA TENÉIS/TIENES BILLETEEEE?????????????
Muas!!!