De nuevo gané la edición del Tintero. Y tan contenta, la verdad.
He propuesto el tema de "La muñeca" porque me parece bastante sugerente.
Acabo de colgar el siguiente relato, por cambiar de registro y dejarme de mendigos, pícaros y mendicantes en general.
TIENDA DE ANTIGÜEDADES
Hubiera jurado que ayer mismo esa tienda no existía. No le extrañó: últimamente sus paseos por el barrio, no eran sino un vagar de autómata, un engaño para distraer el rumor perpetuo de su mente. Marie.
Sin embargo, allí, parado ante aquella tienda de antigüedades, algo similar a un presentimiento le iluminó por dentro. Encontrar un regalo para Marie. Algo único, sólo para ella. Algo que consiguiera devolvérsela para siempre.
Decidido, empujó la puerta. Un sonido de mil campanillas anunció su llegada mientras sus ojos se iban acostumbrando a una penumbra apenas rota por la luz marchita de algún quinqué ubicado en cualquier lugar inverosímil del local.
No pudo por menos de maravillarse: la tienda era una gran tela de araña en la que alguna deidad caprichosa se había entretenido arrojando todos y cada uno de los objetos que alguna vez existieron. Admirado, desconcertado y aturdido intentaba hacerse paso entre la montonera, descubriendo aquí y allá dentaduras postizas, peines, frascos vacíos, diarios viejos, cajitas de rapé, libros sin tapa, violines sin cuerdas, lágrimas de cristal, juguetes de hojalata, pamelas, bombines, viseras, soperas de porcelana, banderas, retratos en sepia de jóvenes muertos, maniquíes desnudos... Conmocionado, creyó distinguir la sonrisa de una mujer balanceándose de un gancho de carnicero, pero no era sino un reflejo. O quizá una alucinación.
-Disculpe por la oscuridad- dijo una voz a sus espaldas- pero la instalación eléctrica en este barrio falla constantemente.
El viejo parecía uno más de aquellos cachivaches de pesadilla. Su voz apenas se distinguía del crujir de las tablas del suelo.
-Buscaba algo especial-atinó a responder
-¿Para una dama, quizás?. Una joya siempre es apropiada. Venga conmigo.
Le llevó ante un mostrador y fue desperdigando un surtido de fruslerías ajadas por la pátina del tiempo. Un camafeo consiguió llamar su atención, pero lo desestimó en seguida. No era eso lo que buscaba.
El viejo le clavó la mirada. Una llama maliciosa se abrió paso en sus ojos:
-Si lo que realmente desea es algo único, creo que lo que voy a mostrarle le va a interesar. Sígame.
Le condujo a la trastienda, una especie de cueva fétida en la que la amalgama de trastos inútiles era aún más intrincada, aún más oscura.
En un anaquel, de frente, brillaba con luz propia una muñeca.
La vio y, al instante, sintió que todo a su alrededor se desvanecía. La sonrisa inexpresiva de la muñeca actuaba como un inmenso imán al que era imposible oponer resistencia. Su voluntad y sus sentidos estaban siendo absorbidos por ese ser cuyas facciones se diluían hasta convertirse en las de su amada Marie.
Muy a lo lejos oía la voz del viejo, a pesar de que el aliento de su boca le rozaba la nuca:
-Esta muñeca tiene su historia, monsieur. Pero ahora no es tiempo de contarla. Sólo puedo decirle que mujeres muy importantes la han tenido bajo su custodia. Sin ir más lejos, se encontró al lado del cuerpo sin vida de Romy Schneider, aquella inolvidable y desdichada actriz.
La necesidad de tomarla entre sus brazos se adueñó de él. Cuidadosamente, si fuera un hijo recién nacido, la bajó de su altar y la meció, mientras su mente canturreaba las antiguas nanas con que su madre le dormía. Toda la tristeza del mundo se le agarrotó en el corazón. Toda su fuerza vital, todas sus esperanzas, todas sus ganas de vivir estaban siendo suavemente devoradas por la sonrisa de la muñeca. Era tan fácil dejarse llevar...
El viejo continuaba ya apenas audible:
-No debiera dudar en llevársela si en realidad lo que más desea en el mundo es recuperar el amor de Marie.
Marie. Escuchar su nombre rompió el hechizo; entonces pudo comprenderlo todo.
Aterrorizado, arrojó la muñeca en brazos del viejo y salió de aquel lugar, derrumbando a su paso los miles de objetos que interceptaban su huida, rasgando para siempre la telaraña hasta conseguir respirar el aire del boulevar. No miró atrás.
- Imbécil- dijo la muñeca al viejo- Lo has echado todo a perder.
Sin embargo, allí, parado ante aquella tienda de antigüedades, algo similar a un presentimiento le iluminó por dentro. Encontrar un regalo para Marie. Algo único, sólo para ella. Algo que consiguiera devolvérsela para siempre.
Decidido, empujó la puerta. Un sonido de mil campanillas anunció su llegada mientras sus ojos se iban acostumbrando a una penumbra apenas rota por la luz marchita de algún quinqué ubicado en cualquier lugar inverosímil del local.
No pudo por menos de maravillarse: la tienda era una gran tela de araña en la que alguna deidad caprichosa se había entretenido arrojando todos y cada uno de los objetos que alguna vez existieron. Admirado, desconcertado y aturdido intentaba hacerse paso entre la montonera, descubriendo aquí y allá dentaduras postizas, peines, frascos vacíos, diarios viejos, cajitas de rapé, libros sin tapa, violines sin cuerdas, lágrimas de cristal, juguetes de hojalata, pamelas, bombines, viseras, soperas de porcelana, banderas, retratos en sepia de jóvenes muertos, maniquíes desnudos... Conmocionado, creyó distinguir la sonrisa de una mujer balanceándose de un gancho de carnicero, pero no era sino un reflejo. O quizá una alucinación.
-Disculpe por la oscuridad- dijo una voz a sus espaldas- pero la instalación eléctrica en este barrio falla constantemente.
El viejo parecía uno más de aquellos cachivaches de pesadilla. Su voz apenas se distinguía del crujir de las tablas del suelo.
-Buscaba algo especial-atinó a responder
-¿Para una dama, quizás?. Una joya siempre es apropiada. Venga conmigo.
Le llevó ante un mostrador y fue desperdigando un surtido de fruslerías ajadas por la pátina del tiempo. Un camafeo consiguió llamar su atención, pero lo desestimó en seguida. No era eso lo que buscaba.
El viejo le clavó la mirada. Una llama maliciosa se abrió paso en sus ojos:
-Si lo que realmente desea es algo único, creo que lo que voy a mostrarle le va a interesar. Sígame.
Le condujo a la trastienda, una especie de cueva fétida en la que la amalgama de trastos inútiles era aún más intrincada, aún más oscura.
En un anaquel, de frente, brillaba con luz propia una muñeca.
La vio y, al instante, sintió que todo a su alrededor se desvanecía. La sonrisa inexpresiva de la muñeca actuaba como un inmenso imán al que era imposible oponer resistencia. Su voluntad y sus sentidos estaban siendo absorbidos por ese ser cuyas facciones se diluían hasta convertirse en las de su amada Marie.
Muy a lo lejos oía la voz del viejo, a pesar de que el aliento de su boca le rozaba la nuca:
-Esta muñeca tiene su historia, monsieur. Pero ahora no es tiempo de contarla. Sólo puedo decirle que mujeres muy importantes la han tenido bajo su custodia. Sin ir más lejos, se encontró al lado del cuerpo sin vida de Romy Schneider, aquella inolvidable y desdichada actriz.
La necesidad de tomarla entre sus brazos se adueñó de él. Cuidadosamente, si fuera un hijo recién nacido, la bajó de su altar y la meció, mientras su mente canturreaba las antiguas nanas con que su madre le dormía. Toda la tristeza del mundo se le agarrotó en el corazón. Toda su fuerza vital, todas sus esperanzas, todas sus ganas de vivir estaban siendo suavemente devoradas por la sonrisa de la muñeca. Era tan fácil dejarse llevar...
El viejo continuaba ya apenas audible:
-No debiera dudar en llevársela si en realidad lo que más desea en el mundo es recuperar el amor de Marie.
Marie. Escuchar su nombre rompió el hechizo; entonces pudo comprenderlo todo.
Aterrorizado, arrojó la muñeca en brazos del viejo y salió de aquel lugar, derrumbando a su paso los miles de objetos que interceptaban su huida, rasgando para siempre la telaraña hasta conseguir respirar el aire del boulevar. No miró atrás.
- Imbécil- dijo la muñeca al viejo- Lo has echado todo a perder.