Tuesday, April 15, 2008

La maldita

Pues sí: Thinkerbell y su cuento para Sara ganaron el Tintero.


No es mucho mérito porque esta semana (para mi en general, todas) el concurso era lo de menos. No veáis qué cuentos taaaaaan preciosos. Es decir, votó muy poca gente, sólo dos, con lo que me ahorré un dineral en sobornos.


Lo chulo, además de los cuentos, fue la sobremesa, el debate que se abre. Hubo un contertulio que consideró mi cuento poco apropiado para niños, ya que inducía al escapismo. No veáis la que se lió.


Y, porque yo lo valgo y la Thinker más...el tema de esta semana es LA CABRA. Ahí os dejo lo que hemos perpetrado.


Marcos...no sé cambiar la hora, miniño. A ver si me enseñas :_)


LA MALDITA


Desde el momento de nacer, dejé claro que no era como los demás.
Maté a mi madre. Cierto que fue una contingencia ajena a mi voluntad, pero, tal como lo veo ahora, cuando mi destino está a punto de cumplirse, la muerte de mi madre durante el parto, el hecho que fuera la única criatura viva de aquella extraña camada de fetos deformes y que abriera los ojos a la vida en el mismo instante en que mi madre los cerraba para siempre, marcó mi existencia. Los demás no me perdonaron y fui la Maldita.
Con ese nombre se me conoce, la Maldita. Siempre aislada, siempre sola; sobreviviendo, pese a todo: las demás madres me negaron una gota de leche de sus ubres, me temían y alejaban a sus criaturas de mi compañía, como si estuviera apestada. Pero la avaricia del macho humano acudió en mi ayuda; la tragedia de mi madre y mis hermanos le había causado suficiente pérdida. No podría permitirse otra muerte, por lo que ordenó a la hembra humana que me amamantara con los sobrantes de las demás.
Crecí fuerte, hermosa, libre. Ajena a la rutina cotidiana de los demás, a su simpleza, a sus cotilleos de grupo cerrado, a sus necesidades y hábitos que únicamente giraban en torno a tres ejes: alimentarse, triscar y aparearse.
Yo no. Yo soñaba. Yo necesitaba mis sueños, mucho más que los brotes de las encinas, mucho más que el agua del arroyo.
Soñaba con seres que me hablaban. Seres enormes, seres poderosos como la tormenta, seres de la luz y del trueno. Seres que me protegían y mamaban de mis senos vírgenes. Seres que me confiaban los mejores lugares para el ramoneo, seres que me protegieron cuando aquel macho pretendió violarme.
Pero esta noche el sueño ha sido distinto: yo acompañaba a un cachorro humano recién parido. No era un cachorro humano como los demás. Era a la vez desvalido, antiguo y sabio. Tocaba una extraña tonada con un caramillo. Esa cantinela, lo acabo de comprobar, me ha enseñado el lenguaje de los árboles, de las aves y el más tosco, el de los humanos. Los árboles y las aves me lo han confirmado: soy la elegida y, en unas horas, se cumplirá el Ritual. No sé qué significa, pero intuyo algo grande, algo hermoso, en el que yo dejaré de ser la Maldita.

Llegaron a la caída de la tarde. Una manada de humanos oscuros, vociferantes y malolientes. Apenas se tenían en pie, caminaban empujándose, a trompicones, bebiendo continuamente de una ubre seca un líquido que les alocaba. Uno de ellos me ha señalado con el dedo y ha sacudido entre berridos el lugar entre las patas en el que los machos humanos tienen la verga.
He sentido pánico. El Macho humano ha asentido y han rodeado mi frágil cuello con una soga. Se me han llevado con ellos, entre cánticos que poco o nada tienen que ver con la dulce melodía del caramillo de mis sueños. De vez en cuando me hacen beber ese líquido pegajoso que mana de la ubre seca y que tiene un sabor dulce. El líquido embota mis sentidos y caigo una y otra vez, entre risotadas. Apenas siento las patadas. Tampoco las humillaciones. Sobre todo lamento no poder disfrutar de un anhelo que esperé: salir del aprisco, del monte donde pastamos y conocer el lugar donde residen los Humanos, piedras sobre piedras que a veces veo cuando subo, sola, hasta la roca más alta.
Hay cientos de humanos reunidos. Todos me miran. Todos me alaban. De todas las bocas salen dos palabras: ¡La cabra!. Siento que se aproxima el momento para el que fui engendrada y una fuerza que nace del centro de mis entrañas despeja mi mente y me reviste de toda la dignidad de mi especie. Ni una humillación más.

Subo por un oscuro túnel hacia la luz de la luna, que me guía e ilumina. Tras de mi, los pasos y los gritos. Desde lo más alto los veo a todos, expectantes. Hay un silencio como el que antecede al amanecer. Llegan por detrás y unas manos me alzan hacia el cielo. Ahora entiendo el Ritual. Es mi sacrificio. Lo acepto y mi balido de triunfo rasga la noche.

La cabra fue arrojada, como manda la tradición, desde lo alto del campanario.

Cuando su cuerpo comenzó la caída, justo en ese preciso momento, se abrieron los cielos y la cabra, lentamente, ascendió hacia la bóveda celeste mientras una música de miles de caramillos y un aroma a heno recién cortado impregnaba la noche.

Desde entonces celebramos la Ascensión de La Cabra a Los Cielos, con el alma llena de fervor y veneración, pero nunca hemos sido capaces de que el milagro se vuelva a repetir. Seguro que a alguno le falta fe.









Sunday, April 06, 2008

Cuento para Sara

Vaya...he perdido el nombre de la ilustradora (creo que era una mujer) cuya creación inaugura este post. En cuanto pueda corregiré el despiste.

He estado de vacaciones, feliz como perdiz...y alejada y fuera de cobertura de todo lo que no fuera relax y disfrute.

A la vuelta, Maldoror, que ganó el Tintero nos ha propuesto escribir un cuento para su sobrina Sara, que acaba de cumplir un añito. La peña ha escrito preciosidades; Thinkerbell esto:



Érase una vez una niña chiquitita, pelirrubia, culigordi y pecosuela que vivía con su madre y con su padre en un pueblo que a veces era grande y a veces pequeño. La niña – chiquitita, pelirrubia, culigordi y pecosuela- se llamaba Sarita Sara.

Sarita Sara a veces se ponía un poco triste porque en aquel pueblo que a veces era grande y a veces pequeño, no vivían otros niños con quienes jugar,
Así que un día, sin que su mamá lo supiera, se fue hacia un bosque, que unas veces era cercano y otras lejano, para buscar amigos y con ellos jugar a la zapatilla por detrás tris tras.

Cuando llegó al bosque se encontró con una mariposa chiquitita, arcoiris, alifina y ligeruela y le dijo:

-Mariposa, mariposina,
¿quieres jugar conmigo?

-¿Y a qué quieres jugar?

-A la zapatilla por detrás,
da tres vueltas y la encontrarás.

-No puedo, no
pues mis alas se romperán.

Así que Sarita Sara tomó con mucho cuidado a la mariposa -chiquitina, arcoiris, alifina y ligeruela- y la colocó en su pelo... y las dos siguieron su camino, que unas veces era largo y otras era corto.

Al poco rato se encontraron con una mariquita chiquitita, rojinegra, paticorta y redonduela y le preguntaron

-Mariquita, quita quita
¿quieres jugar con nosotras?

-¿Y a qué queréis jugar?

- A la zapatilla por detrás
da tres vueltas y la encontrarás.

-No puedo no,
pues mis patitas se romperán.

Así que Sarita Sara tomó con mucho cuidado a la mariquita -chiquitita, rojinegra, paticorta y redonduela- y la colocó en su pelo... y las tres siguieron su camino, que una veces era largo y otras corto.

Al poco rato se encontraron con una oruga chiquitita, anillosa, muchapata y blandizuela.

-Oruguita, oruga
¿quieres jugar con nosotras?

-¿Y a qué queréis jugar?

-A la zapatilla por detrás
da tres vueltas y la encontrarás.

-No puedo, no
pues mis anillitos se romperán.

Y Sarita Sara tomó con mucho cuidado a la oruguita –chiquitita, anillosa, muchapata y blandizuela –y la colocó en su pelo... y las cuatro siguieron su camino, que unas veces era largo y otras corto.

Y camina, caminando y juega, jugando y canta, cantando ninguna se dio cuenta de que la noche se iba echando encima y, de repente, Sarita Sara se asustó mucho porque parecía que los árboles querían agarrarla con unas manos grandes de uñas largas que les habían salido; y también sentía mucho frío y un agujero grande en la tripa cuando se acordaba de la leche caliente que le daba su mamá antes de que se acostara.

Así que la pobre Sarita Sara se puso a llorar.

-Sarita Sara, Sarita Sara
¿Por qué de tus ojos sale agua? –le preguntaron sus amigas

-Porque quiero volver a casa
y no sé por dónde se pasa.

-Nosotras te vamos ayudar,
si vuelves otro día a jugar.

Sarita Sara dijo que sí y entonces la oruguita se volvió de luz y alumbró el bosque y los árboles volvían a tener ramas en lugar de garras. Y como se podía ver, la mariposa y la mariquita iban y venían volando para indicar el camino correcto, aquel que era a veces largo y a veces corto, y Sarita Sara, muy contenta, salió del bosque y regresó a su pueblo, que a veces era grande y a veces pequeño.
Y en su casa, su mamá y su papá la estaban esperando con ganas de abrazarla... y un tazón de leche calentito para antes de dormir.

Y colorín colorado, el cuento de Sarita Sara se ha acabado

(Y colorín colorete, por la chimenea se escapó un cohete)